Desde luego que, si acabamos comiéndonos nuestro propio CO2, más de uno dirá que es el karma que nos devuelve la jugarreta que llevamos 200 años gastándole al planeta Tierra.

Pues esto es, justamente, lo que están buscando dos científicos de la Universidad de Berkley, que desarrollan una tecnología capaz de convertir el carbono del aire en carne de laboratorio con la ayuda de una bacteria.

La industria agropecuaria es responsable de un cuarto de las emisiones mundiales de carbono, más incluso que el transporte, y es precisamente la ganadería -y la producción de piensos para este ganado- la mayor emisora del sector alimentación.

Por este motivo, hay muchas personas que han dejado de comer carne totalmente, aunque a nivel mundial el consumo de productos cárnicos no deja de crecer: en 2021 el planeta masticó 386 millones de toneladas de bistecs.

Gracias a una vieja idea de la NASA, Lisa Dyson y John Reed. que desarrollan un proyecto “Air Protein” que recicla el CO2 con microbios para producir alternativas a los aceites de palma o de limón.

El proceso de producción es, en realidad, no tan diferente del que acaban saliendo los yogures y utiliza las mismas bacterias descubiertas por la NASA hace medio siglo -en este caso unas que metabolizan hidrógeno- en un tanque de fermentación al que entran CO2, O2, agua, nitrógeno y minerales.

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